'Jubilarse' antes de los 33
Cuando cae en tus manos una botella de vino de más de 30
años (33 para ser exactos) una de las primeras cosas que se te pueden pasar por la cabeza es descorcharla para ver qué te encuentras y comprobar de primera mano si ha
aguantado bien el paso del tiempo. Craso error. Pese a que es una reacción lógica, la prudencia
y la sensatez aconsejan que lo mejor es mantener esa botella como lo que ya es en
realidad, es decir, un artículo de coleccionista.
Eso es lo que debí hacer cuando se cruzó en mi camino un López
de Heredia Viña Tondonia de 1982, guardarlo como un pequeño trofeo, pero me
pudo la curiosidad. Hablamos de un vino de La Rioja, concretamente de la
localidad de Haro y criado en una bodega histórica de la zona, que fue fundada en 1877.
Está elaborado a partir de un 50% de tempranillo, 30% de garnacha, 10% de
graciano y 10% de mazuelo y permaneció durante 5 años en barricas de roble
americano. La añada a la que hacemos referencia tiene la calificación de excelente.
Este Viña Tondonia 1982 está ya en franco declive, aunque sorprendentemente
aún vivo. Tiene un bonito color teja con ribetes anaranjados. Sus aromas recuerdan a madera vieja, café, tabaco, humo y licor. En boca es
un vino que ha perdido todo el vigor que poseía en su época de esplendor, pero aún se
puede beber. Eso sí, los 33 años pesan y mucho y le han hecho perder casi toda la
expresividad de la que hacía gala una década antes. Es un vino apagado, que apenas deja en el
paladar unas breves notas de café y licor.
Es
cierto que hay muchos vinos que mejoran con los años, pero es importante también tener claro a partir de qué momento no merece la pena abrir una botella.
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